Editoriales

Volver a Bretton Woods

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Juan E. Notaro
Presidente Ejecutivo de FONPLATA - Banco de Desarrollo

Los acuerdos de Bretton Woods, que rigieron el funcionamiento del sistema financiero mundial durante más de tres décadas y sentaron las bases para el nacimiento y expansión de los bancos de desarrollo ocurrió en un momento crítico para la humanidad.

Era 1944. El planeta estaba aún en plena Segunda Guerra Mundial, que derivó de los grandes temas que no se resolvieron durante la primera, y los coletazos de la Gran Depresión aún se hacían sentir casi tres lustros más tarde.

Además, comenzaban a configurarse los polos de poder y las dinámicas geopolíticas que determinarían el rumbo de la humanidad durante los siguientes 45 años. Se necesitaba un sistema que estuviera por encima de esas diferencias.

Por eso, representantes de 44 países se reunieron entre el primero y el 22 de julio de ese año en la localidad de Bretton Woods (New Hampshire, EEUU). con el propósito de sentar las bases de una cooperación internacional que garantizara el crecimiento y la cooperación entre las naciones participantes.

El sistema tuvo después fallas, y fue objeto de severas y muy fundamentadas críticas por parte de académicos y gobiernos. Sin embargo, más de 190 naciones siguen formando parte de las dos principales instituciones derivadas del acuerdo: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

El mundo vive hoy un nuevo “momento Bretton Woods”. El desafío del cambio climático, la pandemia de COVID19 y su severo impacto económico, y el reajuste del tablero político global que ya comenzó con la guerra en Ucrania nos ponen en un lugar parecido, pero con algunas ventajas.

La necesidad de redefinir las reglas del sistema financiero mundial para hacerlo más justo, sostenible y transparente, se manifestó con fuerza durante la crisis de 2008 y el posterior rescate de las instituciones afectadas.

Aunque a raíz de esa crisis hubo algunos avances en el marco regulatorio y en ciertas leyes, los desafíos que enfrentamos de cara al futuro requieren de mucho más.

De aquella conferencia surgió el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (que después pasó a formar parte del Banco Mundial). El objetivo de la institución, claramente establecido en el nombre, no dejaba lugar a dudas sobre su propósito.

El resto de la banca de desarrollo global tal como la conocemos tuvo su germen en ese cónclave y las instituciones que nacieron en él. Algunos bancos de desarrollo surgieron como satélites de esa influencia, y otros por la razón opuesta: para distanciarse de Estados Unidos.

Decía antes que, a pesar de la complicada situación que enfrentamos hoy, la coyuntura actual tiene algunas ventajas. Una de ellas es, precisamente una amplia red global de bancos de desarrollo conformada por más de 500 instituciones de todo tipo.

Otra de las ventajas, que ya sugerí antes, es que prácticamente todas las naciones del mundo siguen integrando las instituciones que surgieron de Bretton Woods y participan de distintos organismos multilaterales.

Los bancos de desarrollo han pasado a ser, además de instituciones financieras, verdaderos repositorios de conocimiento y experiencias para hacer frente a los desafíos de desarrollo a toda escala. También se han alineado con otras prioridades mundiales: cambio climático, derechos humanos e igualdad de género, por poner algunos ejemplos.

Y conscientes de su capacidad, y sobre todo de su papel en el complejo panorama actual, han comenzado a dar respuesta coordinada a algunos de estos problemas. El evento Finance in Common, la primera cumbre mundial de bancos públicos de desarrollo que se llevó a cabo en París en 2020, es un ejemplo de ello.

En la circunstancia actual, al igual que hace 78 años, el mundo está en una encrucijada que requiere acciones coordinadas, instituciones ágiles y fuertes, mecanismos de cooperación que estén por encima de las ideologías y las coyunturas políticas.

Mi llamado no es revivir aquel sistema, sino a invocar el espíritu de aquella conferencia, en la que se intentaron forjar mecanismos de colaboración entre los países y de enfrentar de forma organizada los desafíos de la época.

Ese es el desafío. Y estoy convencido de que los bancos de desarrollo tienen un papel vital en financiar y proveer el conocimiento que necesitamos para salir de las crisis actuales. Es hora de volver a convocar el espíritu de Bretton Woods. 

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